manuel-ortiz-guerrero-por-adriana-medina-aguiar-foto-joven-portalguaraniHace 117 años Paraguay vio nacer a uno de sus poetas más célebres de la corriente del modernismo: Manuel Ortiz Guerrero. Fue la ciudad de Villarrica la que acunó sus primeros versos, inspirados en el campo y el paisaje del majestuoso Yvytyrusu.

Siendo muy joven participó junto con su padre en la revolución de 1912. Al resultar vencidas las fuerzas revolucionarias, deambuló con él por las selvas de Mato Grosso (Brasil), donde contrajo el beriberi (enfermedad producida por carencia de vitamina B1, tiamina), antesala de la enfermedad que más tarde lo aislaría del resto: la lepra.

Esta enfermedad obligó a Ortiz Guerrero a alejarse de la sociedad y vivir de forma aislada, en su Villarrica natal. Pero su producción literaria no se detuvo, siguió escribiendo.

Manuel cursó la primaria y parte de la secundaria en Villarrica, completando sus estudios en Asunción, en el Colegio Nacional de la Capital, y también escribió para algunos diarios y revistas literarias. Su obra en castellano recibió las influencias de Rubén Darío, aunque sus mejores trabajos los escribió en guaraní. Algunos versos alternan ambos idiomas. Su estilo no fue uniforme.

Fueron sus compañeros relevantes figuras de las letras paraguayas como Natalicio González, Leopoldo Ramos Giménez y Facundo Recalde.

Entre sus trabajos se encuentra gran cantidad de poemas, varias de ellos convertidos en canción de la mano de José Asunción Flores, como la popular «India». Poemas y canciones «Delirio de Pizzicato», «Endoso Lírico», «La amarga plegaria de unos labios en flor», «La Amada Inefable», «Ne Rendápe Aju» y muchos otros más que forman parte de nuestra rica historia lírica.

Entre sus obras también se destacan obras teatrales, en guaraní y en castellano, como «El Crimen de Tintalila», tragedia en tres actos (Asunción–1922), y «Eirete» (Villarrica–1920).

«La inspiración de Ortiz Guerrero está ligada a la de José Asunción Flores, en el folklore de la tierra de Tupá, con poderosos vínculos. El poeta recogió en su oído sensitivo los ritmos de la selva a través de la expresión de sus andariegos hijos: esos carreteros que llevan en los labios el canto reminiscente, distrayendo la monotonía de la marcha», expresa en una de sus ediciones la Revista Campaña Nacional del Ñemorandu.

El también poeta Vicente Lamas define a Manuel Ortiz Guerrero con esta frase: «Fue excelso vate, y su mejor poema fue su vida».

A causa de la triste enfermedad que le aquejó desde joven, Manuel Ortiz Guerrero apaga la luz de su vida a la edad de 39 años, en el año 1933 en Asunción y sus restos actualmente descansan en la tierra que lo vió nacer: Villarrica.

Toda su obra quedará para siempre impregnada en la cultura paraguaya como uno de los pocos representantes paraguayos de la corriente del modernismo, y su legado permanecerá inmortal forjado entre selvas, soles, tierra y brisas del Yvytyrusu.